Si estás leyendo esto en verano me compadezco de ti. Las vacaciones fueron en julio y parece que transcurrieron hace eternidades desde que volviste. La poca esperanza que tienes se derrite al son de tu única alegría al día: un magnum almendrado que devoras sin placer porque, si no, se convierte en un charco lamentable. Si logras comértelo a tiempo, tus manos acaban más pringadas que cuando ibas al Ribs a comer costillas a la barbacoa, antes de ser vegano y eco-sostenible, claro. El quiz es: ¿te gustaría poder acabar bien el verano y comerte un magnum almendrado tranquilamente, sin prisas?
#1 Cosas que dan paz en una escapada rural: escuchar a la naturaleza cantar, no a tu vecino ladrar
No me malinterpretes, me encantan los animales. De hecho, en El Molino adoramos verlos correr de un lado a otro. Verlos es también una de las cosas que dan paz en una escapada rural. Y, por eso, queremos que vengan, no que se queden atrapados en verano en una casa pequeña donde su única manera de huir del calor y del aburrimiento es ladrar. Por eso, habla a tus vecinos de nuestra casa rural y diles que vengan. ¡Y que no se olviden de sus mascotas!
Aquí encontrarán una paz sin igual y ladrarán porque se sentirán en un hábitat ideal para hacerlo: montañas, praderas privadas solo para ellos y una soledad increíble donde no molestarán absolutamente a nadie, ni siquiera a las vacas, las ovejas y los caballos. ¡A ellos les da igual!
#2 Quitarte los zapatos y ponerte a caminar descalzo
Sí, sé que uno de los mayores placeres de la vida es llegar a casa y quitarte los zapatos y mover un poco tus dedos entumecidos, pero ¿y si te ahorrases el estoico proceso de tragar todo el día con ese entumecimiento para sentir la recompensa de un placer efímero y, directamente, no llevaras los zapatos?
Podrías caminar tranquilamente por una pradera ensoñadora, que acariciase tus pies en lugar de moldearlos a su antojo. ¿Te animas?
#3 Da un paseo mientras te comes un magnum almendrado
Volvamos al origen de todo, a ese maravilloso Magnum Almendrado al que, como diría Rigoberta Bandini, "nadie podría renunciar". Sobre todo y especialmente, si puedes comértelo sin las prisas del verano. Paradójico, ¿no? Que los helados se comen solo en verano, la misma época en la que perecen antes de que abras el envoltorio (perdón si me paso de exagerado, a veces lo soy).
En El Molino y en una escapada rural llena de paz, el cosmos se equilibra y te permite comer helado cuando se ha de comer y sin la prisa con la que se marchita normalmente. Todo mientras escuchas un riachuelo, caminas por el monte u observas las estrellas sin contaminación lumínica (El Molino es un punto starlight).
En fin, estamos deseando verte aparecer algún día de estos, aprovechando el último tirón del verano, viniendo a nuestra casita rural con un kilo de magnum (tú te las apañas para que lleguen bien) y deseando pegar brincos de alegría por nuestra pradera verde.
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